jueves, 28 de febrero de 2008

La sonrisa etrusca


1/16 Copa ULEB: Pamesa 82 - Panionios 61

Dicen que la sonrisa es contagiosa, y también que el baloncesto es el deporte de la euforia. Esta noche he constatado ambas cosas en la Fuente de San Luis.

El bocinazo final ha dado paso a un recital de sonrisas, abrazos, aplausos y alegría generalizada que hacía tiempo que no se recordaba por estos lares: Fotis respiraba aliviado; Juan Roig aplaudía a rabiar desde su privilegiada localidad; Douglas y Williams celebraban su partidazo bailando a dúo sobre el parket; y House y Milojevic agradecían a la afición -a la que sólo le faltaba gritar el demente “que salgan los toreros”- su inestimable apoyo. ¿Había motivo para tanta algarabía? Sí y no.

Sí, porque lo que se celebraba no era simplemente la victoria de hoy -ante un flojito Panionios, todo hay que decirlo-, sino la vuelta del hijo pródigo, de un equipo que hace poco flirteaba con dulces sueños y que, sin embargo, llevaba dos meses dilapidando sus rentas y sumido en una profunda pesadilla; esta noche, ese grupo, los de Fotis, han retornado -esperemos que para quedarse- a la senda del bien.

No, porque la oferta del menú ha sido la de siempre, el clásico “defensa y triples”, aunque en dosis mayor de la habitual porque hacía mucha más falta. Era como si el menú tipo, por el mismo precio, incluyera refresco y patatas gigantes. En épocas de crisis hay que fidelizar al cliente -muchos han huido al fútbol televisado- a base de promociones como ésta.

Con todo, el eje de mi comentario pretende ser otro. Entre la algarabía, entre la alegría generalizada, me he fijado especialmente en Víctor Claver. El chaval era la viva imagen de la contradicción: contento por la victoria, pero dolido por su nefasto partido. Su rostro, su mueca, denotaba una sonrisa amarga, contagiada pero esquiva, enigmática; una sonrisa etrusca, al fin y al cabo. Sin embargo, yo quiero decir alto y claro que Pamesa ha pasado de ronda gracias a Víctor. Sí, pese a su –3 de esta noche. Si el chaval no se hubiera puesto el pasado domingo el traje de superhéroe, si se hubiera dejado llevar -como algunos de sus compañeros- cuando Pamesa perdía de dieciséis en el Centro Insular, si no hubiera representado -una vez más- el espíritu de la remontada, lo de hoy no hubiera sido posible o, al menos, hubiera sido más difícil. El partido de Canarias fue el verdadero aldabonazo hacia un futuro mejor; lo de hoy, una simple secuela.

Al final de la historia se ha salvado un match-ball, pero la amenaza fantasma no ha desaparecido. Si se quiere llegar a Turín hay que apear al Zadar de Petrovic y, ya se sabe, que los rivales balcánicos nunca regalan nada. No será fácil, pero una sonrisa puede ayudar, siempre ayuda. Sobre todo si es la de Claver. Víctor, sonríe, por favor.

No hay comentarios: