miércoles, 13 de agosto de 2008

España relajada, Romay hipertenso

Tras la victoria española ante Grecia -y la de ésta frente a Alemania-, el partido ante China era clave para garantizar la segunda plaza del grupo y, por consiguiente, el mejor cruce posible para la ronda de cuartos.

Sin embargo, el combinado español no parecía ser consciente de lo que estaba en juego y, tras la cómoda victoria frente a los helenos, han saltado al parqué pequinés excesivamente relajados. El ataque, denso y embarullado, no conseguía localizar el aro rival; la defensa, tardía y aletargada, se rendía a la ilusión y el empuje de los anfitriones; el banquillo, sumido en un carrusel de cambios, no conseguía dar con la fórmula que permitiera frenar a Yao Ming y -sobre todo- sus amigos quienes, una vez tras otra -en algunos casos con ayuda arbitral-, contaban con segundas opciones en rebotes y balones disputados. La sensación de naufragio, la misma que tuve el pasado sábado con las féminas y terminó por hacerse realidad, se cernía sobre las huestes de Aito.

Pese a todo, todavía había una cosa que me indignaba más que el juego de España y la derrota que parecía avecinarse: la narración y, especialmente, los comentarios técnicos de Televisión española.

No profundizaré en el desempeño de Arseni Cañada pues, si bien es cierto que no me satisface, entiendo que cada narrador trata de dar su propio estilo y personalidad a algo complejo, como lo es el tratar de contar algo que los propios teleespectadores están viendo y que sucede a mayor velocidad de la que puede relatarse. Sin embargo, sí quiero hacer mención especial al papel desempañado por Fernando Romay.
Vaya por delante que Romay es un hombre que me cae simpático y al que tengo un cariño muy especial, no sólo porque me inicié en esto del baloncesto cuando él dominaba los tableros del Real Madrid y la Selección Española, sino porque mi propia fisonomía hace equipararme al gallego. Además, aquellas noches estivales del ya lejano verano del 84 no hubieran sido lo mismo sin el bueno de Fernando. Sin embargo, todo ello no impide que su valoración técnica -que es para lo que está- es las retransmisiones sea, en modo alguna, valiosa. Que nadie piense que pongo en duda la experiencia y conocimiento de Romay, que seguro que los tiene; lo que le reprocho es que no los transmita.

Si quiere vivir los partidos de nuestra selección con la emoción y tensión propia de un aficionado, que lo haga desde la grada o la televisión. Si lo hace como comentarista, por muy tenso que esté, debe transmitir y aportar algo a quien le escucha. El ejemplo de Alex Corretja en el tenis me parece envidiable en este sentido.

Creo que los papeles hoy estaban invertidos: la tensión debía corresponder a la defensa de la selección, y el sosiego y la reflexión a las valoraciones de Romay. Cuando peor pintaban las cosas no he escuchado una sola aportación sobre cómo mejorar el rendimiento de ataque, cómo frenar el tiro exterior chino o sobre qué variantes defensivas debían aplicarse. A lo sumo, más tensión defensiva era la solución para todo. Ante la pregunta de Arseni al final del tercer cuarto (España perdía de más de 10 puntos): ¿Cómo ves el partido Fernando? La respuesta es “achuchaillo”. Punto. Simplemente “achuchaillo”. Eso lo sabía yo, mi padre que estaba conmigo y sabe de baloncesto lo que Romay de baile, y hasta mi abuela, que agobiada por el calor reinante y como única alternativa para echar la mañana, se ha aparcado ante la televisión para ver a la selección por primera o segunda vez en su vida. Evidente, demasiado evidente. Tanto como que si apretábamos en defensa, China nos duraba 10 minutos.

Quedan diez días de competición, ojala no se repita lo de hoy, y la tensión y el relax habiten, cada uno, donde deben.

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