miércoles, 23 de enero de 2008

Harakiri




Jornada 10 ULEB CUP: Pamesa 63 - Khimki 60

Ignoro si el Khimki pernocta en Valencia o si ya ha emprendido rumbo a su Moscú de origen, pero sea donde sea que pasen la noche, no creo que ninguno de sus integrantes pueda dormir tranquilo.

La imagen ofrecida por los rusos durante los últimos 14 segundos de partido, en los que un descuido tan pueril como inexplicable les ha privado de pelear por el liderato de su grupo ULEB, ha sido absolutamente patética. Que un equipo profesional no sepa si un resultado le convierte en líder, le deja como segundo o, incluso, le lleva a la prórroga -prometo que algunos jugadores lo pensaban-, es algo que no se puede entender.

Kemzura -no puedo evitarlo, me suena a plato japonés- ha dirigido a sus hombres al suicidio colectivo, al harakiri comunitario, pero lo peor es que tanto los jugadores como el resto del equipo técnico lo han permitido. Trescientos noventa y nueve minutos y cuarenta y seis segundos de baloncesto -a lo largo de todo el continente-, tirados a la basura por no hacer una falta personal en un momento determinado. ¿Y por qué? Porque el entrenador no sabía, a ciencia cierta, si la diferencia de tres puntos les dejaba primeros o segundos. Lo dicho, flipante.

Así las cosas, Pamesa ha garantizado la ansiada primera plaza del grupo, pero para eso ha necesitado despertar del sueño profundo -y posterior pesadilla- en que se ha sumido desde el inicio del partido. El bagaje de los primeros diez minutos -10 puntos, con una única canasta en juego- era de escalofrío; el segundo cuarto tampoco ha sido mucho mejor. Sin embargo, los taronja se han puesto las pilas en el tercero, y con una defensa asfixiante -por fin han frenado a Ponkrashov- y un aluvión de juego de ataque capitaneado por Milojevic, le han endosado a los rusos un parcial 25-6 que les metía en la pomada. El serbio, el Barkley de los Balcanes, ha dado en la zona rusa toda una lección práctica de tango, bachata y cha-cha-cha, posibilitando que Pamesa tuviera opciones de victoria. El final, propio de un relato de Kafka, ya lo he relatado antes.

De esta forma, los de Fotis consiguen -tras el billete para Vitoria-, el segundo objetivo de la temporada: pasaje de primera clase en el expreso a Turín. Eso sí, por el camino a la ciudad de la Fiat aún quedan dos paradas con destino por determinar que, una vez más, medirán la fiabilidad de este equipo al que, desde mi humilde punto de vista, todavía le falta un hervor para considerarse un grande. Ojalá Vitoria o Turín nos doctoren.

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